A pesar de sus títulos nobiliarios, la diseñadora
rechaza las distinciones de clase en la moda y defiende la inclusión y la
creatividad sin barreras.
Madrid, 1980: Una joven Ágatha Ruiz de la Prada, de tan solo 20 años, comienza su carrera en la moda como ayudante en el estudio del modisto Pepe Rubio. Al año siguiente, debuta como diseñadora y participa en un desfile en el Museo de Arte Contemporáneo de Madrid. En menos de dos años, abre su primera tienda y presenta su colección "Trajes Pintados". En menos de una década, sus diseños cruzan fronteras, destacándose internacionalmente con un desfile en Berlín. Con el tiempo, se acuñaría un nuevo glosario para definir sus diseños: contemporáneos, abstractos, pop y surrealistas.
Vogue Spain reconocería a la diseñadora como una de las
‘mujeres que visten a mujeres’, en un reportaje sobre las diseñadoras que han
cambiado nuestra manera de ver la moda, y celebra su indiscutible genialidad.
Sin embargo, a pesar del reconocimiento, la diseñadora no guarda un buen recuerdo
de la revista. “Aunque me otorgaron ese
reconocimiento, no siento que sea la revista que me haya brindado un mayor
apoyo”, confiesa.
Definió su concepto de estilo desde el principio y no ha cambiado de opinión. “Mi objetivo siempre fue llegar a conseguir que me conocieran y que me comprará el máximo número de gente”, explica.
Comparemos, por ejemplo, un diseño de traje aro de los 80 con el
diseño de la colección primavera-verano 2013: hay diferencias, sí, aunque como
dice la reina de los corazones, “aunque
las metamorfosis son posibles, mi ADN sigue intacto”, recalca.
¿Qué le pareció a la diseñadora que The New York Times ya hablase de ese traje en 1983? "Fue muy importante, la verdad. Justo
el otro día caminaba por las calles de Nueva York y, al ver el edificio del New York Times, me emocioné
profundamente. Además de sentir respeto por ellos, también estoy
suscrita", relata.
En ese artículo se destacó su creatividad y el enfoque vanguardista
que definió su carrera. El ‘traje aro’ o el ‘hoop suit’ proveniente del inglés,
caracterizado por su estructura circular, contribuyó a establecerla como una
figura clave en la moda española durante la Movida madrileña. Este fue un
periodo de transición hacia la democracia en España, donde la música, el cine y
la moda buscaban romper con lo establecido, dando lugar a figuras icónicas como
Pedro Almodóvar y Mecano, con quienes Ágatha compartió la ola de libertad y
renovación cultural que definió la época. “Todo
esto fue muy importante para mi”, comenta.
Como a tantos intelectuales que crecieron en tiempos de postguerra, se refugiaron en el arte como vía de escape: en el posmodernismo y más tarde, en el neoexpresionismo. Movimientos que surgen en contra del minimalismo, y a diferencia de la tradición de la modernidad clásica, rechaza todas las ataduras ideológicas y tradicionales. A pesar de ostentar varios títulos nobiliarios, la diseñadora siempre ha dejado claro que no cree en las distinciones de clase dentro de la moda. Para Ágatha, la única distinción que importa es entre "gente trabajadora y gente que no lo es, y yo soy de las que trabaja, y mucho", confiesa.
La moda debe ser un espacio inclusivo y democrático, donde todos
puedan expresarse sin barreras sociales. Por eso, y por muchas otras razones, cada vez son más las ‘celebrities’ internacionales que se
enamoran de las creaciones de Ágatha Ruiz de la Prada. La última en dejarse
cautivar por sus diseños ha sido Paris Hilton, al hacerse con un bañador que
formó parte del desfile en la Miami Fashion Week de 2016.
Aunque la desheredada de la fortuna Hilton, no es la
única celebridad rendida ante los audaces diseños de Ágatha Ruiz de la Prada.
Miley Cyrus se unió al selecto club de embajadoras de la diseñadora española
cuando, en la gala de los MTV Video Music Awards de 2015, deslumbró con dos
piezas de la colección de Ágatha, desafiando los códigos convencionales con su
inconfundible estilo.
Sin embargo, detrás de esta colaboración hay una
historia agridulce. Cuando la estilista de Miley, Simone Harouche, se puso en
contacto con la diseñadora, Ágatha no mostró gran entusiasmo. La razón: unos
años antes, Nicola Formichetti, estilista de Lady Gaga, contactó con su equipo
solicitando varias de sus piezas para la cantante. Tras enviar un cargamento
que incluía el icónico traje-jaula y el surrealista cabeza-ojo, y tras una
cuantiosa inversión en envíos internacionales, nunca más se supo de los trajes.
Ni Gaga los lució en escena ni las piezas regresaron al taller madrileño.
"Seguramente Gaga ni siquiera sepa lo que ocurrió; probablemente todo fue culpa de su equipo. Ella es estupenda, me cae genial, e incluso vi su película de Gucci", admite. Sin embargo, este desafortunado incidente dejó a la diseñadora con un amargo sabor de boca, recordándole que, en el mundo de la moda, no todo lo que brilla es oro. Las colaboraciones con celebridades, aunque codiciadas, también conllevan riesgos: promesas de visibilidad que a veces se esfuman y diseños que, como en este caso, desaparecen en el olvido.