En un mundo donde lo transitorio a menudo
eclipsa lo genuino, Fely Campo ha construido una carrera basada en la
honestidad de su visión creativa: "Nunca copié una tendencia, no lo
necesité. Me sentía cómoda con lo que hacía para mí misma, ya que todo empezó
conmigo". Su enfoque rebelde desafía las modas pasajeras y celebra la
verdadera esencia de la moda.
Fely Campo (Salamanca, 1959) no nació con un
pan bajo el brazo, sino con un dedal. Recuerda su infancia rodeada de recortes
de papel y telas, creando sus primeros diseños con una pasión innata. "A
los 14 años hice mi propio vestido, que imagino debió ser horrible. La gente me
miraba raro, pero en ese momento descubrí una barrera entre el mundo y
yo", sostiene la diseñadora salmantina. Desde esos primeros pasos, pasando
horas explorando su creatividad en un rincón de su casa, su amor por la moda
creció con cada puntada, mientras su timidez quedaba atrás.
Fue durante la década de los 80 cuando decidió especializarse en su profesión. "Diseñaba y diseñaba a lo loco, todo salía de mi cabeza, pero la palabra 'diseño' llegó a mí con la imagen de Balenciaga. Su amor por el tejido, sus líneas puras y su elegancia. Luego, más tarde, llegó Chanel, y su rebeldía también me conquistó", concede. Una rebeldía con la que se identificó desde joven. "Siempre he reaccionado mal ante un 'no'. Las negativas me afectaban tanto que hasta podía quedar paralizada por lo mucho que somatizaba los problemas. Mi madre lo sabía bien, y cuando me empeñé en montar mi primer taller en casa, no tuvo más opción que ceder. No quería trabajar ni un solo segundo más para nadie", explica.
Fely ha conseguido levantar su firma de moda
femenina y está a días de presentar su nueva colección, Lei Zu, en la Mercedes-Benz Fashion Week de Madrid. Nunca ha
permitido que las opiniones ajenas influyan en su camino. Ni siquiera en la
década de los 70, cuando las tendencias provocadoras del 'glam' y el disco
dictaban prendas ajustadas, brillantes y accesorios extravagantes, ni en una
era que algunos llamaron la 'anti-moda' por su supuesto mal gusto. Mientras
otros seguían modas efímeras y ostentosas, ella siempre se mantuvo fiel a su
propia línea de diseño. "Nunca copié una tendencia, no lo necesité. Me
sentía cómoda con lo que hacía para mí misma, ya que todo empezó conmigo",
comenta.
Pero sus desafíos no se limitaban a las
tendencias de la época. Aunque España vivía una etapa dorada de transición,
marcada por la liberación sexual, el destape, revistas nudistas y canciones
como Don’t Worry, Be Happy, aún
quedaba mucho por conquistar. En medio de este contexto, con un espíritu de carpe diem, la industria de la moda
seguía siendo un territorio dominado por hombres, a pesar del incansable
esfuerzo de las mujeres que trabajaban en ella. "En el taller de corte y
confección, cuando entraba un chico, lo dirigían directamente a la mesa de
corte y patronaje, mientras que a la chica la enviaban a una máquina de coser.
A ella se le asignaba un rol que anulaba su creatividad, mientras que a él le
ofrecían la oportunidad de convertirse en diseñador. La creatividad es tanto de
hombres como de mujeres, pero a ellos se la potenciaba, mientras que a nosotras
nos la quitaban", explica.
Este machismo no solo lo vivió en los
talleres, sino también en su carrera internacional. Durante sus viajes a París,
e incluso hasta bien entrados los 2000, era común que los empresarios se
dirigieran a su intérprete para discutir asuntos de negocios. "Jamás
pensaban que fuera mi empresa", justifica.
A los 20 años, Fely también afrontó uno de los
desafíos más vertiginosos: convertirse en autónoma. "Las modistas de la
época trabajaban en casa, ninguna mujer era autónoma. Había mucho dinero
sumergido. Nadie entendía cómo yo quería salir de eso. Yo deseaba tener mi
propio taller de corte y confección y mi placa en la calle", explica.
Sin embargo, Fely Campo ha superado estos
obstáculos con creces. Desde el lanzamiento de su firma en 1997, su expansión
internacional no ha conocido límites, alcanzando más de 200 puntos de venta, 30
de ellos en España. "Nunca imaginé que llegaría a eso. Aún recuerdo la
primera vez que salí de Salamanca con una maleta con 14 vestidos, durmiendo en
una pensión horrible y al día siguiente salir vestida como una estrella",
rememora con cariño.
Y es que la diseñadora no da puntada sin hilo. No solo ha logrado una impresionante expansión global, sino que también ha dejado su huella en el mundo del cine, destacando en la última edición de los Goya con los diseños que lucieron Eva Martín y Lorena Ares. "Lo más importante es que ellas se sientan guapas con mis creaciones. Que las lleven por la alfombra roja es bueno para mi firma, pero para mí lo fundamental es que se sientan bien consigo mismas", asegura.
Además, Fely nos desvela su próximo proyecto en colaboración con Guangdong Textiles Imp & Exp Co. Ltd. "Estamos construyendo un atelier en un edificio de 20 plantas en Guangzhou, dentro de un exclusivo salón para clientas VIP", nos confiesa. Este proyecto, que verá la luz en octubre, ya genera gran expectación entre las clientas asiáticas. "Se han encargado de mover mucho la publicidad", explica. En la ciudad, ya se ha armado un taller con 7 trabajadores, y Fely se encargará de enviar un catálogo con una colección cápsula. Las clientas podrán elegir lo que desean para esa temporada, y luego se confeccionará a medida. "Eso sí, cuando la firma ya tenga muchas seguidoras, lo montaremos en la calle", sopesa emocionada.
No es sorprendente que su número de seguidoras siga creciendo, ya que, como dijo Chanel, "Lo más difícil de mi trabajo es permitir que las mujeres se muevan fácilmente y que no se sientan disfrazadas." Aunque estas palabras pertenecen a Chanel, perfectamente podrían haber salido de los labios de Fely Campo. Su enfoque en una moda que combina elegancia y libertad de movimiento es tan emblemático de su estilo que, de no ser por el famoso vídeo de Chanel, cualquiera pensaría que es Fely quien nos habla. A lo largo de su carrera, Fely ha logrado fusionar elegancia y comodidad, creando diseños que no solo embellecen, sino que permiten a las mujeres sentirse verdaderamente libres y auténticas.